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viernes, 30 de marzo de 2007

El Amor; que lindo, pero que difícil...!!!

Amar es saber perdonar. Pero perdonando olvidando, porque en caso contrario no se perdona de verdad. Siempre habrá fallos y decepciones, si estas se van acumulando como una especie de lista, el amor se acabará.

Como decimos, saber amar de forma correcta depende de la propia persona y de la persona destino. En consecuencia para aprender a amar hay que aprender primero a conocer a la pareja, saber a qué es receptivo, lo que le gusta y lo que le disgusta, sus pensamientos y metas, sus necesidades y carencias, y todo lo que sea preciso para poder apoyarle en sus malos momentos y disfrutar los buenos.

Pero sí hay un ingrediente esencial en el amor, ese es la comunicación. De esta forma vivimos "en directo" los problemas y los éxitos del amor, y es un arma para curar todo a su debito tiempo. Si a todo esto se añade sentido del humor y paciencia, no es se garantice la buena salud del amor, pero si tendrá posibilidades de seguir y crecer.

El amor exige una comunicación constante para solucionar los problemas que surgen en la pareja. No comunicarse implica ir acumulando los conflictos, haciendo un daño a la relación, quizás irreparable.

La comunicación es el factor clave en la pareja, es la herramienta que hace seguir adelante pese a las adversidades. Compartir los problemas y sentimientos es imprescindible en algo que se llame de verdad amor.

Para que exista comunicación, debe haber la voluntad de ambos de comunicarse. Uno al otro debe hacer ver esta necesidad por la buena salud de la relación.

La recepción, el escuchar y no dejarse llevar por las ideas propias en cualquier discusión es otro requerimiento. Todo lo que sea posible, es mejor apartar la subjetividad y los sentimientos, analizando racionalmente la situación.

En una pareja hay dos obviamente, y los dos son entes diferentes, con sus pensamientos, objetivos, con pasado y presente, con circunstancias que les han forjado a lo largo de la vida. En consecuencia no es imprescindible estar de acuerdo en todo, porque siempre habrá situaciones con diferentes puntos de vista.

Cuando una de esas situaciones se produce además de la comunicación debe haber una negociación, en la que sin renunciar a la personalidad de cada uno, lleguen a un punto de entendimiento común en el que nadie procure perder, y si se pierde en alguna parcela, lo mínimo posible y alternando cada vez quien pierde.

Si las mujeres se comportan de forma diferente a los hombres en el amor, también en la comunicación: ellas utilizan más la palabra y la discusión, ellos el lenguaje y las acciones no verbales. Ellos pueden huir de los problemas ocupando su mente y tiempo en otras actividades en vez de enfrentarse al conflicto. La mujer debe aprovechar las oportunidades, sin forzar nada para arreglar las cosas.

Lo más importante es no exigir imposibles y respetar la forma de ser del otro.

EL HOMBRE

El hombre y la mujer suelen ser diferentes a la hora de vivir y manifestar el amor. Estas diferencias influyen en la marcha de la pareja, cada uno con unas necesidades y una forma de comportarse diferentes.

Los hombres por naturaleza son menos pacientes, más deseosos del presente que de sueños románticos de futuro. En general son más prácticos y menos pacientes, con más inclinación a querer todo ya sin saber esperar.

Muestran pues, más rapidez en los comienzos de una relación, es decir, llegan antes a la cúspide de la pasión y del enamoramiento. Se puede decir que el hombre es pasión inmediata frente a la capacidad y estado de observación de la mujer.

En paralelo, suelen ser menos comunicativos, expresan menos sus sentimientos por aquello de no ser vulnerables y suelen rehusar las discusiones sobre lo afectivo y sobre el estado de la pareja. El hombre hace, no habla.

Fruto de esa rapidez en alcanzar la cúspide del acaloramiento relacional, el hombre pasa antes al siguiente estadio. Es decir, llega antes o bien a la costumbre de la pareja que no quiere decir que sea un estado malo, o le surgen las dudas que pueden conducir a la ruptura.

Por esa diferencia de ritmo pueden surgir los problemas. Además puede que a él le cueste más expresar sus sentimientos y sea un obstáculo en una relación en la que pareja necesite más demostraciones afectivas. Si estas se imponen será aún peor, y más lejos, si son motivo de queja y lamento, crearán una sensación de agobio insufrible.

Por ello la mujer debe comprender que una relación con un hombre es una carrera de larga distancia, en la que él coge mucha ventaja pero luego se para a descansar y es igualado o sobrepasado.

Por supuesto que todo esto son generalidades y cada persona es un mundo, pero es evidente que hombre y mujer viven el amor de forma y a ritmo diferente. Es pura biología y evolución histórica.

LA MUJER

La mujer suele vivir la relación con emoción, pero a la vez racionaliza cada detalle, cada palabra, cada gesto.

Una mujer siente el amor generalmente de forma y a ritmo diferente que el del hombre. Mientras este suele alcanzar las etapas más rápido, a ella hay que darle más tiempo para cada fase.

Ella es más difícil de conquistar, necesita estar más segura de sus sentimientos antes de entregarse, y de dar más pasos. Por eso el hombre se desespera e impacienta, ya que tiene menos capacidad de ralentizar sentimientos que la mujer.

La mujer necesita esquematizar todo dentro del amor, lo vive pasionalmente pero a la vez necesita tener controlados los detalles, saber lo que significa cada elemento y tratar de conocer lo que siente él.

En cuanto a la comunicación, ella quiere verbalizar cada sentimiento, cada situación y cada problema. Le gusta conversar con su pareja sobre los conflictos para tratar de solucionarlos. Al contrario del hombre, no elude enfrentarse a ellos y trata de poner soluciones enseguida.

La mujer necesita demostraciones afectivas a lo largo de toda la relación y con la misma intensidad. No hablamos de actos sexuales, que transcurrido el tiempo suele ser un elemento más, sino de afecto, caricias y detalles con calor de amor. Suele echarlo en falta y a veces se lo exige al hombre, al que pueden asustar estas reclamaciones.

COMUNICACIÓN

En casi todas las parejas del mundo se siente una transformación desde los momentos iniciales hacia posteriores etapas de la relación. Casi siempre, pasado un tiempo amas personas notan que la relación ha cambiado, no tiene que ser necesariamente a peor, pero ha cambiado sensiblemente.

Los comienzos de una pareja siempre son idílicos, en lo más hondo de la palabra: cuanto más se ha perseguido conquistar a otro, más se le tiene idealizado. Los instantes de los primeros contactos son mágicos, no hay defectos y si los hay no se miran. La otra persona es maravillosa y se convierte en la mejor pareja que ha tenido nunca y que nunca tendrá.

En paralelo, las relaciones iniciales se reducen a momentos felices: paseos, fiesta, conversaciones animadas con novedades y recuento de vidas, viajes y demás actos que comparten el tiempo en común como novedad. A esto hay que unir el sexo, que en los inicios llena de encanto y deseo a la pareja.

Por si todo no fuera suficientemente maravilloso, no existen decisiones, responsabilidades que conlleven discusiones, negociaciones o cesiones, con lo que conlleva de decepción para la parte sacrificada. Las elecciones suelen ser sencillas y por amor se suele dejar elegir al otro para satisfacerle.

Añadir finalmente, que para conquistar al otro, se suele mostrar el mejor lado, la personalidad más favorable y se esconde o mejor dicho, no se muestra, el carácter cotidiano que con más confianza afloraría.

El tiempo hace que aumente la seguridad de tener al otro, por lo que los esfuerzos para mostrar siempre la mejor cara se relajan, y aflora la personalidad normal y cotidiana, con los momentos tristes o de irritabilidad. Los defectos se toleran en menor cuantía y lo que antes era imperceptible, se puede convertir en una gran losa.

La acumulación de momentos en común lleva a un mayor conocimiento de pros y contras, evaporándose esa idealización inicial y aterrizando en la realidad normal de que todos somos personas.

Y tras descubrir todas las novedades, aunque nunca se conoce todo, la relación es menos emocionante, se pasa de descubrir a constatar y comprobar. La magia da paso al día a día, y si no se aporta nada nuevo se cae en la rutina y el aburrimiento.

Además, para no estancar la relación, las decisiones deben hacerse cada vez más importantes. Y se suelen referir a la vida en común y el futuro. Al exigir determinaciones, como comentábamos antes, la parte que más cede se ve desilusionada respecto a sus expectativas.

Y se llega a un momento en el que se añoran los momentos iniciales, llenos de pasión y amor, en el que no cabían los conflictos y todo era nuevo.

Lo nuevo pasó a repetido, la pasión y el deseo ya no alcanzan el mismo grado, y se tiende a reivindicar parte de la libertad perdida. Por ello hay tres factores para no acabar rompiendo una relación de tiempo.

El primero es acabar con la rutina. Lo peor para una pareja es hacer siempre lo mismo, sin aportar novedades a la relación. Sirve desde nuevos sitios, nuevos amigos, nuevas distracciones, hasta nuevas conversaciones. Todo vale y la imaginación es un arma sustancial para matar la odiosa rutina.

El segundo es la comunicación constante. Es preciso compartir lo que incomoda.

Aquello que decepciona o que no cumple las expectativas de felicidad, o al menos de bienestar con el otro. Lo peor que se puede hacer es acumular todo los hechos negativos y arrojarlos como navajas en una discusión acalorada. Eso es una receta para acabar mal.

Y el tercer factor, no menos importante cuando se trata de una relación ya semimadura o madura, es dar libertad, espacio y lugar a la intimidad. Es necesario para no saturarse el uno del otro, y para guardar la identidad del propio yo de ambos.

Ya sólo falta el buen humor y el respeto, y el amor habrá cambiado de etapa, pero seguirá muy arriba.

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